jueves, 2 de octubre de 2014



Día 13 de Camino 23/05/14


De Melide a Santiago 54,23 kms

Fin del Camino......... por ahora.



Horreo visto desde la ventana del Albergue.




Vista desde el Albergue de Melide






Mi último día de Camino fué en parte, pestoso y, digo ésto por dos razones: la lluvia intermitente que me hacía quitar y poner ropa cada 5 minutos y la actividad ganadera abundante en la zona por dónde pasaba.
Las vacas gordas abundaban en bonitos prados verdes y, dejaban su "penetrante" aroma en el ambiente.
Despues de tanta cuestecita y tanta agua, los horreos me parecía "horreorosos".

Algunas veces, si hubiera tenido una pinza de la ropa, me la habría puesto en la nariz.

Los caminos eran en su mayoría asfaltados, estrechos y rompepiernas con cuestas cortas pero mortales de necesidad.




La vista de éste cartel, aunque parezca mentira, no me produjo alegría ninguna sino todo lo contrario. A medida que se acercaba la meta, me embargaba un sentimiento de tristeza como si sintieras que toda esta maravilla se fuera a desvanecer de pronto, nada más divisar las torres de la Catedral.






Paré a hacer la foto a ésta pared porque el rotulo me daba la razón en cuanto a mi opinión de que, a la vez que ves auténticos peregrinos con fé ó sin ella pero respetuosos con el Camino, tambien ves "peregrinos farsantes" limpitos y con ropa de marca que, sólo se engañan a ellos mismos. Esta "especie" de "turigrino" hace daño al Camino y a su imagen. Hay otros sitios más adecuados para éstos individuos/as.




No me podreis tachar de pija ó planchao verdad? El tiempo en el que tuve puestos los cubrezapatillas, me originaron una herida en la parte de atrás de ambos tobillos con lo que, si no pienso lo que cuestan, los tiro en el primer contenedor que encuentro.
Recomiendo dos bolsas de plastico, una de ellas de Covirán y, de camino le hago propaganda a mi primo Gaspar y funcionan de lujo. Llegas con los pies secos y limpios. LLegaron hasta el Monte O _Gozo porque dejó de llover si nó, llegan hasta el mismisimo Santiago, no hay problema.




El Monte O Gozo, dicen, que es el primer sitio desde donde se divisa Santiago, yó no ví nada desde allí.


Frente a éste monumento había una Ermita y un kiosco al lado con una señora gallega que hacía bocadillos y allí mismo me trinqué uno bien puesto. Le prometí a la señora que la próxima vez que volviese le traería sol de mi tierra, que había salido de allí con más de 35 grados con la playa llena de gente bañándose. Y yó buscando una concha por toda la playa pasando calor. al final no encontré ni una y fué mi gran amigo Antonio el que me dió la que paseé colgada delante de la bici, durante mi largo camino.


Otro compañero fiel de viaje fué el pañuelo rociero que me prestó mi hija Paloma. Era lavar y poner todos los días. Baste fresco me quitó de la garganta.

Definitivamente pienso que el agua como que no me vá de ésta manera porque, por otro lado amo el mar y el navegar pero, es distinto. Yo por lo menos, lo veo distinto.....................

Nada más dejar el Monte O Gozo, bajas una escaleras largas y, por el filo de la carretera en nada te plantas en la entrada de Santiago.
Tienes una sensación rarísima, de alegría y tristeza a la vez dificil de explicar.

Cuando pisas el casco viejo de Santiago, la emoción está a tope y las lágrimas te salen sin pensar. LLegas a un sitio porticado con escalones donde tienes que desmontar de la bici y donde siempre hay un hombre tocando la gait y yá es lo máximo cuando entras en la Plaza del Obradoiro. Yó solo decía, agitando el puño con rabia ¡¡¡bien, bien, bien, bien, lo conseguí, he llegado, he podido con ésto¡¡¡ 



Lo primero, cómo nó, fué sacar del fondo de las alforjas, la bandera de mi pueblo Punta Umbría. Bandera que no me dieron en mi ayuntamiento pero sí me prestaron en el Club mío (gracias Juan Olivera) Esta bandera hizo muchísimos kilómetros desde casa a Saint Jean en Francia y de allí a Santiago por ésos caminos. Ahora está de nuevo en su sitio en el Club, con su historia particular. No todas las banderas pasan por ésas aventuras.......
Otra cosa, y me lo llevé adrede, fué lucir allí el maillot del antiguo Club Ciclista de Punta Umbría, prenda con muchos años yá y muchos kilómetros.










Lo primero despues de las fotos, fué entrar en la Catedral y ver al Santo, dándole el abrazo prometido y dándole las gracias por mi buen Camino y por mis amigos y padre enfermos, por su recuperación. En uno me fallastes Santiago y no me lo podía callar. El, mi gran amigo del alma Antonio Rasco, me dió la Concha que, como mascarón de proa, dirigió mi Camino hasta tí. Igual no se pudo hacer más y me quedará la duda.

En una tienda de Bicigrino junto a la fuente y, por indicación del señor que allí estaba, dejé mi bici cargada durante mi visita al Santo. Gracias amigo por tu desinteresada ayuda.

Recuerdo, tambien, el gran dolor de pies que me producía andar por Santiago buscando alojamiento con los zapatos de bici. Un poco más y me descalzo.

Despues no había tiempo que perder y tenía que buscar alojamiento. En el casco viejo se me antojaba complicado y pregunté por teléfono al amigo Puntiti que yá estuvo aquí antes. Al final tampoco fué donde me dijo porque no lo encontré y fuí a parar al Hostal Lasalle.

Llegué allí, como otras veces en el Camino, a lo John Wayne, con las alforjas al hombro, como cuando le mataban el caballo. Me hacía un daño grande en mis huesudos hombros apurados de tanta paliza y me dan una habitacion compartida para cuatro.

Subo las escaleras y paso la tarjeta y abro la puerta, cargado como iba y ¡¡¡¡sorpresa¡¡¡¡¡ me encuentro un señor muy pequeñito en pelotas con el cuello a un lado, con lo que sólo divisaba su gran cabeza calva y un pelo blanco alrededor, acabado en una cola larga blanca.

No sé quien se sorprendió más pero éste empezó a rallar en italiano y yó a intentar convencerlo de que la cama 3 era mía, enseñándole el papel que me habían dado.

Las alforjas haciéndome daño en el hombro y al tío no había quien lo convenciera. Además yó no estaba para mucho discutir, estaba harto y muy cansado.

Le dí la espalda y me encaminé al ascensor cabreado y cuando miro venía detrás por el pasillo, esta vez con un pantalon corto, menos mal.

Entramos juntos al ascensor y no paraba de relatar con lo que salí antes que él y me dirigí a la recepción diciendole a la mujer que me cambiara de habitación, que no iba a dormir con un loco semejante. Un tipo pequeñito y cabezón me estaba haciendo perder la paciencia que había conseguido meter en mi cuerpo despues de tantos días.

Tuve suerte y al final me dió una habitación para mi sólo por el mismo dinero. Mientras me alejaba hacia mi nuevo destino, allí en la recepción trataban de convencer a semejante ceporro italiano.

Despues la chica de la recepción, con una mueca de sonrisa,  me confesó que otro hombre alemán, antes que yó, tambien fué quejandose de que el tipo estaba loco. ¡¡lo podías haber dicho antes hija¡¡

La habitación, parece ser que era una celda de convento ó algo así, muy pequeñito pero, un auténtico lujo para mí en ése momento despues de haber dormido 13 dias en albergues.

En cuanto me vestí, me dirigí a la Oficina del Peregrino con mis Credenciales en busca de mi ansiada y merecida COMPOSTELA.

Al llegar en la entrada había una buena cola que, para colmo, se complicó con algo de lluvía pero, al fín despues de un largo rato, salía por las puertas con mi Compostela con mi nombre en latín, metida en un tubo de cartón ¡¡bien¡¡








Ahora tocaba darse un merecido homenaje en forma de comida y, si fuera algo de marisco, mejor. No mucho lujo porque las arcas estaban fritas.



La calle principal estaba llena de sitios buenos para comer y yó, con frio y hambre, miraba todos los escaparates y cartas de precios de todos los bares.
En un arranque me metí en uno y me pedí una docenita de navajas que devoré en segundo con lo que, seguia muerto de hambre.
Recordé que mi amigo Puntiti me nombró no se qué del Obispo ó algo por el estilo y fuí preguntando cuando descubrí un bar de pinchos que ponía algo del Cardenal, (el Obispo había ascendido)



 ¡¡Madre mía que pinta tenía todo¡¡ Entré como un poseso y pedí varios pinchos de una vitrina que deslumbraba encima de la barra.
En la foto se puede ver que no pude esperar a hacer la foto para darle un bocado.........
Estaba todo buenísimo, tal que al día siguiente no busqué otra cosa y fuí directo al sitio.
Despues paseé y paseé y disfruté de la majestuosidad de Santiago hasta qué, el frio volvió una vez más a decirme que me recogiera y que fuera buscando la camita acogedora que me esperaba.
Mañana será otro día y, además muy largo como yá contaré..........



Aquí fué donde no pude dormir por culpa del loco italiano, obsesionado con que la habitación era sólo para él.
Al final acabé mejor porque me dieron una habitación para mi sólo por el mismo precio.


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